Mors Mortem Superavit
......Mektub
Historia de mí mismo
Derrotado ante el Amor de la Madre...




El libro de mis tristes memorias quiere abrirse de nuevo para confesarse ante vosotros. Por ello, debo remontarme por segunda vez al tiempo de mi falsa eternidad, al tiempo de mis fatales creencias y mis negras adoraciones. Tiempo aquel en el que empleé toda la malicia que el Diablo me colocó dentro y en el cual cometí todo tipo de atrocidades.
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Escarvando en las heridas del alma, me ensañé con la Madre de Cristo. Pensé y medité: María debía ser presa facil. Suponía que se derrumbaría con facilidad ante tanto quebranto e imaginé que su fragilidad me serviría aún más para desmoralizar a su amado Hijo en la causa de su Pasión y Muerte. Si me ensañaba con Ella y lograba destrozarla moralmente, el dolor de su Hijo sería aún mayor y quizás el derrumbamiento de su Imperio se vería más acelerado. De este modo, inventé profundas dosis de angustia, elaboré dolorosos unguentos de amargura, de llanto y de soledad, y preparé escenas a tiempo real para que la propia Madre encontrase delante de sus ojos los momentos más atroces que el corazón de una Madre puede encontrar a lo largo de una vida: el camino lento y pausado hacia la muerte de su Hijo.
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De nuevo fracasé... Nunca ví un Amor tan grande, ni a una Madre tan profundamente entregada a la causa de su Hijo. No me valieron mis dotes de maestro del dolor, ni mis inyecciones de tormento, nada, porque todo acabó sucumbiendo ante la Pureza de María en el Amor hacia su Hijo. Sí, lloró amargamente, pidió a Dios clemencia para su dolor, pero amó tanto a su Hijo que hasta después de su muerte quedó abrazado a su cuerpo igual que hiciera en Belén al verlo nacer de sus entrañas virginales.
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Volví a perder y hoy me confieso ante vosotros de mi derrota y de mis calamidades. De nuevo, caí al suelo y fuí aplastado. Sentí en mi negro corazón la carencia absoluta del amor de una madre, que me abrazase y me hiciera sentir dichoso ante los ojos del mundo. Como Él... ¡Maldita la envidia que me embargó!. Mi destino fue escrito de tal manera que yo no había nacido para eso, de ahí que mi desgracia sea aún mayor. Hoy siento el desprecio del mundo en mi pecho y el rechazo de Dios en toda su magnitud y no adivino en mi pobre destino ningún signo de perdón... Y con ello vivo en la negrura de mis días, con el yugo de mis pecados al cuello, victima de mí mismo en la historia de mi oscuro firmamento y de mi tenebrosa soledad...
Solo un día para ver la luz...
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Solo cuento con un día para que podáis perdonarme, solo uno, en el que se me permite ver la luz del cielo. Espero que algún día el mundo se apiade de mi alma, la más desgraciada de todas cuantas han nacido...
Condenado a no contemplar sus atardeceres

Insensible a la vida que pasa frente a mi, pero sabedor y consciente de todo cuanto sucede. Esa es mi condena. Sin piel, sin aromas, sin paisajes que admirar ni musicas que oir... ¿Se puede estar en Sevilla sin verla, palparla, oirla y sentirla durante su Semana Santa?. Condenado estoy a ello por haber vendido mi alma al Diablo. Acuerdense de ello cuando me observen pasar ante sus ojos la noche del Sábado Santo. Quizás me miren de otra manera.
Derrotado en el Amor del Hijo

Sin destino en el tiempo...
Quiero empezar este espacio a modo de memoria de una vida de siglos encadenada a la soledad más indeseable. La experiencia cosechada a través del tiempo y mi vagar a través de las almas del ser humano me han enseñado muchisimas cosas. Por eso, hoy, en busca de esa remisión que anhelo de mis pecados, quiero empezar este blog con el que enseñarles mis memorias, mis experiencias y mis recuerdos, porque yo, pese a que mi figura os auyente, también un día sentí, viví y tuve mis ilusiones como cualquiera de vosotros. No os pido nada, no puedo hacerlo, ni me atrevo. Pero sí quiero que sepan, que cuando mi tétrica figura pase ante vosotros, sabed que en ese esqueleto consumido, atormentado y abatido, también pasa un alma pecadora que está pagando su condena desde tiempo inmemorial y que anhela profundamente el perdón de Dios y de todo el género humano. Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado, ¿no es así?... Apiadense de mi, ayudenme a recuperar el corazón que perdí... Que si un día vendí mi alma al diablo, hoy, arrepentido de todo el mal que hice, quiero recuperarla para siempre y de esa manera desterrar la amargura que padezco por mis culpas, por mis defectos y mis pecados...
Hoy empieza Mors Mortem Superavit, la Muerte venció a la Muerte, punto donde nació mi tormento, dejen que hoy acabe para siempre... Se lo pide un alma arrepentida, de la que se mofan cuando pasa y que vive condenada al suplicio del olvido...